Todos los días veo fotografías que parecieran estar impresas sobre arena, videos grabados en formato vertical, autorretratos en las circunstancias más mundanas. Su difusión y reproducción en diversos equipos distantes pero conectados a internet es algo que vivimos y practicamos todos los días. Hoy esperamos que nuestro teléfono cumpla todas esas funciones; hoy la publicación de cada paso que tomamos es un elemento inseparable de nuestra existencia como miembros de ésta comunidad, de esta sociedad.
Alejémonos un poco de esta cotidianeidad; intentemos verla como si se tratara de un país lejano al que hemos llegado de visita. Veámonos como una comunidad articulada a través de la comunicación instantánea de todo. Lo primero que nos llamaría la atención serían los objetos que utilizamos para hacerlo. Una computadora portátil, plana, con la capacidad para grabar imágenes, voz, coordenadas geográficas y enviarlas a través de internet. Eso que llamamos teléfono móvil, celular, Smartphone… ese mismo aparato que hace quince años no existía (en su forma actual) y por lo mismo, el modo en el que vivíamos difiere del que nos parece ahora cotidiano. La existencia de una determinada tecnología, materializada y difundida a través de la sociedad, modifica la forma en que vivimos: Nuestra cultura. Existen grupos humanos para los cuales ésta no es una realidad familiar, lamentablemente existen personas que no tienen acceso a objetos y tecnologías de un costo relativamente elevado, sin embargo esto también marca la manera en que ellos viven. La existencia o no de estos utensilios funciona como marcador cultural.
La acumulación de conocimientos científicos y tecnologías permite generar nuevos elementos con potencial para convertirse en modificadores de culturas. Para que hoy pudiésemos tener este tipo de utensilios en nuestras manos, muchas décadas de desarrollo de “productos finales” debieron ocurrir hasta que se pudiesen obtener objetos que entrasen con facilidad a la vida de un grupo suficientemente grande de personas para que influyesen en su modo de vida y a través de éstas, las preferencias, gustos y necesidades del resto de integrantes de su grupo social.
Al inicio de la era de la telefonía móvil, la fotografía era una tecnología que dependía mayormente de la química para la obtención e impresión de imágenes, sin embargo no era nuevo el tema de la transmisión casi instantánea de las fotografías ya reveladas. Hacia el final de la segunda guerra mundial era posible transmitir fotografías desde los sitios de las diferentes batallas hasta las oficinas de los periódicos a través del radio utilizando una tecnología similar a la de las primeras máquinas de fax. El proceso podría tardar algunas horas, sin embargo era ya posible tener noticias ilustradas y recientes desde el otro lado del mundo en el diario matutino.
Así como los utensilios transforman la cultura, también las costumbres, necesidades e impulsos de la sociedad (en ocasiones reflejados sobre el mercado), crean nuevos utensilios. La necesidad de los periodistas por vender sus notas antes de que la competencia imprimiese las suyas estimuló la creación de medios de comunicación más eficientes. Dentro de este flujo se encontraría la cámara digital, pero no hemos llegado a ésta todavía; por el momento nos detendremos en una rareza: la cámara analógica. Sé bien que ese es el nombre que se les da a los aparatos fotográficos que utilizan película, sin embargo la aplicación del término para estos últimos no es precisa. La cámara analógica era un dispositivo similar a las cámaras videográficas pero con la capacidad de capturar cuadros individuales y almacenarlos de esa manera utilizando la misma tecnología electromagnética de las cintas de video. Esta tecnología era más cercana a las cámaras VHS que a aquella de las que montan los teléfonos móviles actuales. La relevancia de este caso para este tema es ver que no todos los avances tecnológicos tienen importantes impactos culturales. Las cámaras analógicas eran utilizadas de modo casi exclusivo por profesionales que requerían enviar fotografías por medios más veloces (estas imágenes podían ser enviadas por una vía telefónica convencional) sin embargo, la baja calidad de las imágenes producidas por estos dispositivos evitó que existiera un cambio permanente en el modo de trabajar con la fotografía, lo cual disminuyó su potencial de demanda por el gran mercado y por esta combinación de factores la película fotográfica continuó existiendo.
Detrás de estos avances continuaba el desarrollo de una cámara fotográfica enteramente digital. Como en el caso de la cámara analógica, al principio parecía que esta nueva manera de obtener imágenes no sería viable o al menos lo suficientemente exitosa como para desbancar a la tradicional película. Este fue el cálculo que le costó el liderazgo a Kodak cuando la cámara digital se comenzó a vender a precios accesibles, en una época en que las computadoras personales podían encontrarse ya en un gran número de hogares occidentales.
A partir de ese momento el desarrollo ha sido simplemente incremental, mejores dispositivos, mejores comunicaciones y finalmente la cámara fotográfica y el transmisor se convirtieron en un solo utensilio. La fotografía cambió nuestra manera de ver el mundo, de entender lo que sucedía y el modo en que podíamos obtener acceso a la información. El siguiente paso fue su unión a las redes sociales basadas en internet, que nos permitió interactuar con otros, comunicar, competir, e incluso falsificar eventos, escenas y vivencias. Ese fue un cambio más profundo ya que todos trabajamos juntos para generarlo y la sociedad en que vivimos espera que seamos una parte activa dentro de esta nueva costumbre.
Antes eran pocos los que tenían acceso a tal inmediatez, los fotógrafos de eventos son un buen ejemplo. Asistían a alguna boda, cena o premiación, fotografiaban a quien se dejase sin que la calidad de la imagen importase. Llenaban sus rollos con imágenes de invitados descuidados y las llevaban inmediatamente a revelar al estudio más cercano, mismo que trabajaba en la noche para atender con prioridad a este tipo de clientes que necesitaban regresar a vender “su producción”. Finalmente, estos fotógrafos relacionaban las imágenes que llevaban recién reveladas con las caras que aún quedaban en el salón y las llevaban para ser compradas a un precio muy elevado para tan defectuoso material. Era casi tan instantáneo como una polaroid, pero con menos diversión y más caro. Obviamente, en este caso no existía la difusión de las imágenes, en el mejor de los casos los invitados comprarían las fotografías para que no terminasen “dios sabe dónde”. No había necesidad de hacer copias de los negativos o preocuparse sobre licencias el negocio era, al igual que la ilusión de las fotos, instantáneo.
Hoy hay nuevos utensilios, mismos que han eliminado la necesidad y el oficio del fotógrafo instantáneo en bodas y primeras comuniones. Todas esas prácticas han pasado a formar parte de un pasado, que si bien no es aún muy lejano, está ya considerado como un todo empaquetado. La moda de los invitados, el equipo de los fotógrafos, la maquinaria del estudio de revelado. Todos esos utensilios han dejado de ser necesarios en un mundo que ha encontrado nuevas soluciones para resolver los mismos problemas de antaño. Esos objetos en su conjunto son capaces de contar la historia de un tiempo que ya se ha perdido y que sin embargo, puede reconstruirse a través del análisis de los utensilios que eran necesarios para llevar a cabo los rituales prácticas y costumbres que le daban definición al momento.
De esta manera podemos comprender que diferentes necesidades generan distintos utensilios, mismos que están siempre ligados a la sociedad que los ha generado: a su tiempo, lugar y a la razón por la cual han sido concebidos. Las cámaras fotográficas fueron creadas para obtener imágenes fidedignas de la realidad, para evitar la subjetividad de la representación pictórica. Su integración a la sociedad a través de su difusión fue causando que nuevos grupos le dieran nuevos usos y por lo mismo, que fuesen generando nuevas funciones que estarían también ligadas al momento y las personas que las pensaron necesarias. Hasta llegar al mundo de hoy en que sentimos indispensable la comunicación y difusión inmediata de todo lo que hacemos porque este elemento forma parte de la cultura que articula nuestra existencia. A través de este ejemplo podemos entender que los objetos materiales están siempre relacionados con su uso, mismo que se les ha asignado para cubrir las necesidades de una sociedad determinada, por lo cual están siempre ligados a la cultura que los ha generado.
Ahora es posible ver que todos los objetos creados han sido pensados como soluciones (prácticas o quizá simplemente estéticas) a problemáticas generadas por las relaciones simbólicas y físicas de las sociedades de las cuales han surgido. Cada objeto material debe entenderse a través de la razón por la cual existe, más allá del simple momento en el que fue construido o el lugar del que ha salido; se debe pensar en las personas que existieron en torno a él. Algunas lo habrán construido, otras habrán anhelado poseerlo, quizá otros grupos lo habrán despreciado en su austeridad, o quizá incluso por su frivolidad. Son estas historias las que revelan el verdadero valor de los objetos como contenedores de valores culturales que pueden ser entendidos a través de las disciplinas sobre las que se auxilia el estudio de la cultura material.