Imagen: MUNAL, Ciudad de México, Septiembre 2018.
En el contexto latinoamericano, la participación de las comunidades en los distintos procesos y movimientos sociales desde la década de los sesenta creó la necesidad de nuevos enfoques reflexivos para observar toda la transformación social y sus posturas políticas, que en el campo cultural se dieron desde una promoción cultural acentuada en el ejercicio y la intervención política. Esto generó tensión por los cruces de culturas entre territorios y por las complejidades internas. En este sentido el debate sobre la gestión cultural se formaliza en los años noventa del siglo pasado, con el aporte de los movimientos urbanos y rurales que hicieron de las expresiones culturales un instrumento de lucha. Esta tendencia ha trascendido hacia una exigencia más profesional, sin que pierda su sentido la búsqueda de la responsabilidad colectiva por lo público.
Un factor importante de la conformación de las líneas de formación en gestión cultural surgió del desencuentro entre el hacer y la financiación de actividades de tipo artístico-cultural, que se hicieran bajo un criterio técnico y puso en evidencia la debilidad de las herramientas técnicas en los gestores – artistas e interventores culturales para propiciar desarrollos a largo plazo. (UNESCO, 2005)
Algunas universidades en la región comienzan a generar programas para cubrir posiciones de extensión universitaria. Usualmente en la forma de postgrados y diplomados. En esta primera fase, el concepto de gestión cultural sigue existiendo dentro de las actividades de otras profesiones y no como una profesión en sí. En algunos países, se había implantado un sistema totalmente informal con la aplicación de las prácticas que convocan la intervención y la animación cultural, ligado de forma prioritaria a la participación de los creadores y a programas para directores de casas de cultura, buscando niveles iniciales de capacitación en la orientación de planes y programas de desarrollo y gestión pública para la cultura.
Durante esta etapa del proceso, dentro de la propia morfología de la gestión cultural podemos observar que se identifica que, para gestionar se requiere más una proximidad al hecho cultural, el gusto por lo artístico y apreciar los valores de la cultura, no basta con disponer de competencias y capacidades técnicas adecuadas. Lo anterior nos conduce al principio de voluntad o mejor de “buena voluntad” en lugar de la excelencia técnica. Uno de los motivos conductores del esfuerzo de profesionalización de la gestión cultural.
Fuentes
Arias López, J. (2016, 11). La profesionalización del gestor cultural: una mirada desde los procesos de formación personal. Retrieved from SUV Universidad de Guadalajara: http://www.udgvirtual.udg.mx/remeied/index.php/memorias/article/viewFile/227/134
Martinell Sempere, A. (2005). La formación en gestión cultural en iberoamérica. Retrieved from Iberformat.
UNESCO. (2005, 08). Formación en Gestión Cultural y Políticas Culturales. Retrieved from UNESCO: https://en.unesco.org/creativity/sites/creativity/files/training%20in%20cultural%20management_es.pdf