Imagen: Complejo habitacional «Banishora», Sofía, Bulgaria. 2014.
Durante la década de 1960 alrededor del mundo, pero especialmente en Europa del Este, la falta de vivienda presentaba un gran problema para los dirigentes de los diversos estados. Las causas eran variadas, los daños causados a las ciudades durante la segunda guerra mundial habían dejado muchos edificios inhabitables, la población del campo se había movilizado a las ciudades para integrarse a la producción industrial en crecimiento durante la posguerra; en otras partes del mundo, como Latinoamérica, el crecimiento demográfico requería aumentar el número de unidades habitables dentro de las ciudades. Sin embargo, proveer viviendas tradicionales a todas estas personas habría sido prohibitivamente costoso. Debería utilizarse un sistema más eficiente económicamente y que al mismo tiempo entregase resultados rápidamente. Es así como, gracias a las ideas utilitarias del modernismo, se inició la era de las viviendas prefabricadas.
A pesar de que la historia de ésta forma de construcción inicia en los Países Bajos después de la primera guerra mundial, los ejemplos típicos son desarrollados hasta después del final de la segunda guerra mundial; cuando nuevos desarrollos habitacionales fueron creados con “paneles” de concreto, dándole al método sus tradicionales nombres panelák (en checo) y plattenbau (en alemán). Estos elementos podían armarse en fábricas fuera del sitio de construcción; por esto el costo del trabajo y la dificultad de construcción disminuyeron. Debido a estas ventajas, nuevas zonas urbanas fueron construidas. Muchas de éstas seguirían los ideales urbanos del Modernismo que incluía paisajes diseñados a través de jardines rodeados de torres de concreto en los cuales vivían las mismas personas que anteriormente habían habitado inadecuados hogares, oscuros, y disfuncionales.
Estos nuevos centros urbanos fueron apreciados no solo por sus características como vivienda económica, sino también como elementos de propaganda socialista en Europa del este, la Unión Soviética y diversos países de América Latina. La idea de proveer a las masas con viviendas colectivas, hacía pensar a los líderes que estaban generando igualdad social. Muchos de los complejos habitacionales fueron construidos como proyectos de rehabilitación urbana; demoliendo áreas de baja densidad poblacional y bajos niveles de seguridad y pobreza económica, pero hubo también aquellos que incluso reemplazaron áreas históricas de las ciudades, tal fue el caso de Bernau en Alemania. Como parte del movimiento Modernista, ésta forma de pensar la vivienda y el urbanismo era constituida por un idealismo ingenuo basado en la ignorancia sobre el comportamiento y las necesidades sociales de los seres humanos. Ignorancia misma que al irse desvaneciendo ha ido deteniendo el desarrollo de las ideas modernistas dándole espacio a proyectos urbanos centrados en el usuario.
A principios de la década de 1970, las viviendas prefabricadas comenzaron a perder popularidad en el mundo occidental después de la demolición del conjunto Pruitt-Igoe en St. Louis, Missouri, EE.UU. El momento en que se inició la demolición de aquella unidad habitacional fue conocido como “La muerte del modernismo”. La realidad había mostrado a los idealistas que el diseño no podía corregir todas las fallas y generar una saludable estructura urbana. Los problemas sociales, políticos y económicos que existían alrededor del proyecto, incluso antes de su inicio, no podrían haber sido corregidos por lo mejor que Yamasaki les hubiera creado.
Pero no todos los complejos habitacionales siguieron la misma suerte. Actualmente, la división entre oriente y occidente sigue estando presente en los edificios de paneles. Mientras que hace más de veinte años que Pruitt-Igoe ha dejado de existir y muchos otros centros urbanos, como Red Road Flats en Glasgow, están condenados a la demolición. Hay otros tantos que debido a su ubicación han podido ser apreciados por las clases medias y se observan en ellos, procesos de gentrificación, como el popular caso de The Barbican Estate en la Ciudad de Londres. Del otro lado de la cortina de hierro, la historia es diferente. Los complejos habitacionales siguen siendo importantes para la vida diaria de muchas personas en Europa del Este y los países de la antigua Unión Soviética. Es ahí donde aún son estas retículas de concreto el elemento dominante del paisaje, donde son aún elementos importantes para la definición de la identidad de la comunidad; en estos países existen películas y series de televisión que tienen como motivo conductor al estilo de vida en una “panelka” y todo mundo tiene historias sobre éstas al haber vivido al menos una vez en ellas. Es debido a sus características sociales y económicas que aún deben vivir dentro de estos vestigios de una ideología olvidada, pero lo hacen creando una “romántica de panelák”.